¿Demostramos a nuestros hijos que les queremos?, ¿Cómo lo hacemos?, ¿Se lo decimos?, ¿Con qué frecuencia?, ¿Lo hacemos sólo cuando se portan bien?, ¿Cuándo y por qué los abrazamos? , ¿Les sonreímos a menudo?, ¿Son frecuentes los besos y caricias?, ¿Elogiamos sus logros por pequeños que sean…? ¿Les decimos que son únicos y especiales para nosotros?…
Creo que a todo el mundo, niños o adultos, nos gusta que nos demuestren cariño y afecto, sobre todo si nos llega de personas a las que queremos y son importantes para nosotros. Además en los momentos y situaciones difíciles o cuando estamos bajos de ánimo, ese cariño y afecto “demostrado” es más importante pues actúa como un bálsamo eficaz.
Sería la receta que a muchos padres les he prescrito al finalizar una entrevista como remedio para superar determinados problemas y situaciones difíciles de y con los hijos . Da la sensación de que los padres damos por hecho, que nuestros hijos saben que les queremos y que no es necesario que se lo digamos. Es una especie de contenido tácito, como ambas partes lo saben pues no hace falta decirlo: “AUMENTAR DOSIS DE CARIÑO Y AFECTO DEMOSTRADO”
Es una “prescripción” que me gusta recomendar a los padres, pero con más razón en determinadas situaciones de “fragilidad” de los hijos. La última vez, a los padres de un niño de cinco años al que veían “raro”; triste, sensible, llorón…el caso es que había tenido un hermanito y ahora, cuatro meses después, parecía demostrar su inseguridad de esa forma. “Vuestro hijo, en estos momentos, necesita oír que le queréis con más frecuencia”, “En estos momentos, necesita recibir más manifestaciones de vuestro cariño y afecto.”
En definitiva el afecto y cariño demostrado, es una de las mejores formas de transmitir seguridad y aumentar la autoestima.
A lo largo de la vida, los hijos atraviesan diversas situaciones que les puede provocar mayor o menor “fragilidad”; el inicio del colegio, la llegada de un hermano, la separación de los padres, la muerte de un familiar cercano, el cambio de centro escolar, conflictos con los amigos/as, adolescencia, dificultades en el plano escolar y/o académico, cambios evolutivos… y es importante que los padres lo detectemos para transmitirles seguridad y el siguiente mensaje: te queremos, te apreciamos, te acompañamos y estamos aquí. Y no se trata de sobreprotección sino de apoyo.
Os animo a intensificar la dosis de afecto y cariño demostrado, ya que también está demostrado sus grandes beneficios para la salud mental y física.
- Decirle a cada hijo que le queremos, por lo menos tres veces por semana.
- Darles besos, abrazos, acariciarles…con frecuencia.
- Dedicarles sonrisas de aprobación.
- Sorprenderles con elogios cuando no se lo esperan: si pasamos por su cuarto y lo vemos estudiando decirle; ”Estoy contento de ver que eres capaz de trabajar concentrado y en silencio”.
- Decirles frases cariñosas del tipo:” Me gusta tu sonrisa cuando saludas”, “Me encanta como te peinas”
- Elogiar sus logros y avances aunque sean mínimos:”Estamos orgullosos de ti”, “Qué bien te has atado los cordones”…
- Escribirles y dejarles notas cariñosas: “Un beso muy fuerte al mejor hijo del mundo”.
- Potenciar el contacto físico: acariciar la cabeza, poner la mano en el hombro…
Un cariñoso abrazo y hasta pronto.